Después de todo lo contado sobre nuestro protagonista en: rumbo fijo al invierno, la primavera llegó más florecida que nunca y nuestro joven más cultivado.
Parecía que había despertado de un sueño y comenzaba a vivir otro. Todo era precioso, principalmente los almendros; en su camino había crecido tanta hierba que perdió el rumbo y no sabía por dónde continuar. Sin embargo esto no fue un inconveniente, al contrario, esto le hizo parar y descansar, reponerse de las heridas que atrás le habían causado pensar.
Mientras tanto, sentado con su copiloto recibió una secuela de su pasado que se tradujo en el flashback de un arrebato. Ese día era calido, también de primavera pero de otra. Volvia a tener mono de lo que un día estaba enganchado y acorde con el paisaje que les rodeaba: se derrumbó. Esa ocasión volvían a estar los dos solos y se podría decir que suficientes. De hecho, le armó de ganas y le levantó prácticamente como ahora.
Nuestro caminante quiso empezar de cero, sin embargo el tiempo no se puede cambiar. Eran momentos de no saber que hacer pero como él decía los planes improvisados siempre salen bien.
Nuestro caminante quiso empezar de cero, sin embargo el tiempo no se puede cambiar. Eran momentos de no saber que hacer pero como él decía los planes improvisados siempre salen bien.
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